Leonardo da Vinci
La Virgen con Santa Ana y El Niño. Hacia 1510
Óleo sobre madera. 168×130 cm
Musée du Louvre, Paris
Leonardo utilizó una composición muy poco habitual en esta bellísima obra: La Virgen, sentada sobre las rodillas de Santa Ana, se inclina hacia Su Hijo para atraerlo a su vez hacia su propio regazo.
Todos los elementos que aparecen están cuidados para transmitirnos la sensación de un movimiento fluido, tranquilo y elegante. La belleza y la ternura se refleja en los rostros de las dos mujeres que centran su atención en el Niño. Jesús parece haberse escapado de los brazos de su Madre y juega con el corderito.
Parece una escena inocente sobre la niñez de Cristo, pero no lo es del todo. De una forma muy sutil Leonardo ha introducido el terrible destino que aguarda al Niño Dios: el cordero representa el futuro de Jesús, que será sacrificado para alcanzar la salvación de los hombres. La forma en que se abraza a él significa la aceptación de Jesús de Su propio destino. María, que conoce el sufrimiento que le aguarda, se inclina sobre Su Hijo para atraerlo hacia su regazo y protegerlo entre sus brazos.
Pero una de las cosas que más me gustan de esta obra, una de mis favoritas de Leonardo, es la forma en que el gran maestro ha captado la Bondad en el rostro de Santa Ana. Ana, que también es madre, sostiene a su hija. Sabe que llegará un día terrible en que necesitará, más que nunca, su apoyo.
Mañana domingo, 26 de julio, se celebra Santa Ana y San Joaquín, los padres de María y es también el dia de los abuelos. ¡¡¡Felicidades a los joaquines, a mis tocayas y muy, muy especialmente a todos los abuelitos!!! 🙂